Tras conocer los resultados de las elecciones del pasado 22 de mayo, las eufóricas huestes del PP clamaban que aquello era democracia y no lo de la Puerta del Sol. Su argumento era que ellos esgrimían votos de ciudadanos, mientras que los manifestantes no poseían mayor legitimidad que la de cada uno de ellos. Pero si ahora estamos en la calle es porque no nos dejan usar las urnas de forma democrática: la ley electoral es injusta, los elegidos toman decisiones que no responden al deseo de la mayoría social y no cumplen los compromisos con los que llegaron al poder.
El 74% de los españoles manifestó en una estudio de la aseguradora AXA que no era partidario de que se aumentara la edad de la jubilación y la encuesta del Centro de Investigaciones Sociológicas mostró que el 80% de los españoles estaba en contra de ampliar la edad de jubilación. Sin embargo, la primera votación del Parlamento español donde se plantearon reformas en la dirección de aumentar esa edad sólo tuvo los votos en contra de nueve diputados de un total de 340. Igualmente, Gobierno, sindicatos y patronal firmaron un acuerdo económico y social que, entre otras medidas, permitía la reforma del sistema de pensiones y las políticas activas de empleo. Es evidente que no representaban el sentir de la mayoría de los ciudadanos españoles.
La votación sobre la participación española en el ataque a Libia en marzo de 2011 contó prácticamente con el apoyo de todos los diputados, 336. Sin embargo, los sondeos de opinión mostraban que el apoyo de los ciudadanos españoles era del 53,1% frente al 36,6% que la rechazaba. Incluso un periodista nada sospechoso de antisistema como Luis del Olmo destacó “el divorcio entre la voz de la calle y la disciplina de voto en el hemiciclo”.
Una encuesta mostró que el 73 por ciento de los españoles respondió afirmativamente a la pregunta “¿piensa que la instalación de una central nuclear en su país es un riego para usted y su familia?”. A pesar de ello, España cuenta con ocho reactores nucleares en activo, lógicamente gracias al apoyo de diferentes legislaciones.
En las elecciones generales españolas de 2008 a Izquierda Unida, con el 3’8 de los votos, le correspondió sólo el 0’50 % de los escaños. Con doscientos mil votos menos, CiU consiguió cinco veces más diputados que IU. Coalición Canaria con menos de la décima parte de votos que la coalición de izquierdas, logró la misma cantidad de diputados. La circunscripción electoral provincial provocó que 745.008 votos de Izquierda Unida no sirvieran para nada porque fueron restos provinciales que no se tradujeron en representación parlamentaria.
Cuando se pregunta a los ciudadanos queda en evidencia que las posiciones de gobiernos y parlamentos no responden al deseo de la mayoría de los ciudadanos. Por supuesto eso no sucede en España, aquí no se nos ha consultado ni una sola de las medidas aplicadas contra la crisis. Sucedió en el referéndum de Islandia, donde más del noventa por ciento de la población rechazó una ley aprobada en su parlamento el año anterior sobre el pago con dinero público de las deudas a Reino Unido y Holanda por la quiebra de un banco privado islandés. Un año después, volvieron a decir otra vez “No”, en contra del criterio de la mayoría de su clase política, sobre si se aprobaba o no, devolver a Reino Unido y Holanda 4.000 millones de euros por la bancarrota de una de sus entidades financieras. En Eslovenia, el parlamento aprobó una reforma laboral, y la presión popular logró un referéndum, ¿qué creen que ha pasado? Pues que un 82% la rechazó. Si las milicias del PP que bramaban en Génova reivindican su legitimidad tras las urnas, nosotros también. Que nos pregunten en referéndum si queremos que se aumente la edad de jubilación, si queremos que se congelen las pensiones, si queremos que el dinero público se destine a los bancos en crisis, si queremos que ante el impago de la hipoteca el banco se quede con la vivienda y mucho más, si queremos que los políticos procesados por corrupción puedan ser candidatos. Entonces quizás empezamos a creer en esto que llaman “democracia”.
Pascual Serrano acaba de publicar el libro
¿El mejor del los mundos? Un paseo crítico por lo que llaman “democracia” (Icaria)
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